martes, 23 de mayo de 2006

Y fue, a pesar de los pesares, fue

Y fue. Tenía ganas de reencontrarme con la fiesta íntegra y con el toreo, con la torería, con la competencia y con la maestría de los tres diestros que ayer hicieron en paseíllo en Las Ventas. Y ya era hora porque hacía mucha falta. Y eso que como en todo en la vida hay que poner matices, matices claros a la corrida de Alcurrucén, que a pesar de todo lanzó dos astados desorejables (los dos de El Cid) pero que no pueden tapar su falta de bravura en el caballo, su escasez de fuerzas y su llamativa poca casta en general. Sin duda, el mejor toro de la tarde fue el de Ana María Bohórquez, que se durmió sin demasiada fe en el caballo –donde demostró fijeza– pero que fue absolutamente excepcional para el torero, ya que además de embestir muy humillado, tuvo de todo: calidad, ritmo, templanza, fijeza y fue a más, siempre a más. Y ahí El Juli es donde falló, ya que aunque toreó muy bien, no fue capaz de apurar la copa hasta el final, hizo una faena muy justa, algo rápida en ejecución y dio la sensación de que el astado tenía dentro de sí guardadas dos o tres de esas tandas que pueden colocar a un torero en la verdadera cúspide de la tauromaquia. El Juli se reservó –nunca entenderé las razones (*)– y perdió la posibilidad de triunfar por todo lo alto en Las Ventas (una oreja). Quizás por eso El Cid sabía que no había que dejarse nada en el tintero. Y de verdad que no lo hizo. Con el primero de su lote, el coloradito aquel, manejó la izquierda con ese temple suyo y con un poder inaudito. Varias veces fue sorprendido por la embestida y la acometividad de un toro, que esta vez, sí fue exprimido al máximo. Como tantas tardes, marró con la espada y las dos orejas –merecidas a ley– se convirtieron en una. El Cid, además, sí le valió el sexto, otro mansito que a base de irse mucho al pitón contrario dejó estar valiente y decidido a un torero que rozó el cielo con sus manos. Decidido y ambicioso, el de Salteras volvió a probar el sabor de la Puerta Grande de Las Ventas. Triunfador indiscutible hasta el momento. César Rincón pechó con el peor lote, pero estuvo en maestro, tanto con su primero, de aviesas intenciones y desarrollando sentido, como con el cuarto, al que lanceó con pasmosa naturalidad con el capote. Dio sitio al manso de la factoría de los Lozano, pero aquel mendrugo ni tenía casta ni gracia. Con la cara muy alta arruinó una tarde serena y seria de un torero veterano que siempre que pasa por Madrid lo hace con una dignidad increíble. Se fue andando con El Juli, autor de una soberbia estocada al quinto. Saldrá andando El Juli la próxima corrida o por fin abrirá la Puerta Grande. No se admiten apuestas: el toreo es demasiado serio para esas cosas.

(*). Ni las de su aduladores. Un ejemplo (mañana veremos más, seguro): Como siempre, Villasuso en mundotoro se muestra incapaz de reconocer la evidencia y se pregunta lacónico sobre la faena de El Juli: "¿Qué pudo dar otra tanda más? ¿Le hubiera servido de algo?". Es que es para morirse

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