jueves, 25 de mayo de 2006
Talavante, ¿por qué se me para el corazón cuando toreas?
Se llama Alejandro Talavante y ayer se me paró el corazón mientras toreaba, es decir: cuando adelantaba la muletita cogida con la mano izquierda y con una suavidad inusitada bajaba la mano lentamente, como con pereza y después, mientras dibujaba el largo trecho que componía en cada lance, le daba tiempo a mirar al reloj, hipnotizarlo, y rematar atrás, donde dicta el sentido común del toreo. Y mire usted, no había que dejar la muleta puesta –una zarandaja de la modernidad– porque era el novillo mismo el que se quedaba puesto –esto es: colocado– para proseguir las tandas con algo tan taurino como es ligar. Alejandro Talavante no es José Tomás, a pesar de que los comentaristas del plus se fijaban hasta en el culo para hacer las comparaciones –siempre odiosas–, ni torea como José Tomás; es Alejandro Talavante, un novillero de anatomía breve y corazón supino que está en el secreto de esta cosa que llamamos toreo y que da pena verlo como no entra a matar. Ya aprenderá. Al menos eso espero. La novillada de El Ventorrillo/San Román no fue nada del otro coté pero se dejó... Y además, hoy no tengo ganas de poner más pegas a nadie porque esta tarde vuelve Castella, El Bicharraco, (si se me permite la expresión y dicho sea sin ofender) y eso son palabras mayores. Foto: Paloma Aguilar