Cuatro orejas en Madrid y yo medio dormido
En San Isidro veo las corridas por la noche, en la penumbra de mi salón y las más de las veces con un kas de limón fresquito para mitigar el sopor de los muletazos insípidos y de los toros parados. Termina hace un momento la repetición y me lanzo al ordenador para comentar la cosa ésta de las cuatro orejas, la salida a hombros de César Jiménez y los toros de Vicoriano del Río. Vayamos por partes: la corrida ha estado muy bien presentada, desigual quizás, pero con trapío y pitones, con cuajo y con esa sensación que ofrecen los toros con plaza y remate. Sin embargo, y aunque ha habido calidad (es decir, esa nobleza moderna por la que suspirán los-que-yo-me-sé), ha faltado algo básico, casta y profundidad, motor y entrega. No ha sido mala, no nos equivoquemos, pero de ahí a echar las campanas al vuelo dista un gran trecho, ya que sólo un toro ha ido a más (el segundo de Encabo) y los demás han terminado casi sin poderse mover desde mediados de cada faena. Lo siento, pero me ha vuelto a decepcionar Luis Miguel Encabo. En el primero (uno de los toros que más me ha gustado –el que más, quizás–) se le puede disculpar por el ventarrón, pero el otro, el segundo de su lote, lo ha descubierto por ambos pitones y no ha sido capaz de someterle ni una sola vez. Ha habido detallitos, cierto regusto, pero el toro pedía mucho más, de ahí mi duda sobre qué hubiera sucedido si lo hubieran sometido –(siento decir que me temo lo peor)–. César Jiménez lleva dos Puertas Grandes en Las Ventas en un suspiro. La primera no la contemplé y la de ayer, la verdad, es que ha sido muy justita, muy pobre, muy ganada subiéndose a un carro de un público impresionado y muy impresionable. En su primero ha estado aseado, sin profundidad y con temple. Ha estado listo César Jiménez y eso también cuenta. En el segundo, un animal infame pero con dos pitones, ha estado más listo todavía, valiente, decidido y con recursos para cortar una oreja que le iba a dar el triunfo. Lo que pasa es que torear, mire usted, es otra cosa. Y bien distinta, me temo.
Gallo no sé muy bien lo que ha hecho en el tercero pero se la ha jugado de verdad en el sexto deparando los mejores pasajes muleteros de la tarde, sobre todo con la derecha y en las tandas anteriores a los desarmes. Es un torero contradictorio que templa y lleva a los toros sin la cintura, como enervado, como si fuera un poste que se mueve aterido. También se ha subido a un carrusel en una tarde en la que Madrid, su público quiero decir, ha sacado los pañuelos en exceso, como sucede en la mayoría de las plazas cada día, como en Jerez, donde Cayetano ha cortado cuatro orejas y un rabo. Total ná.
Por cierto, Carlos Ruiz Villasuso, en mundotoro, está como loco...
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