El tiempo en el flamenco, como en la vida, no es relativo y una hora es una hora se mire por donde se mire. Sin embargo, cuando en el escenario se citan el fulgor, la inspiración o el duende, esa misma hora –la mida el que la mida– se pasa en un suspiro, tal y como sucedió el pasado jueves en el Salón de Columnas, gracias a la maestría y originalidad de Manolo Franco y Daniel Navarro ‘Niño de Pura’ con sus sonantas de oro.
La noche prometía porque los dos artistas acumulan tantos trofeos como los glamourosos equipos de la champions. Además, los aficionados sabían de esa versátil lucidez de la que ha hecho gala siempre que ha estado por La Rioja el bueno de Manolo Franco, que abrió el concierto con una hermosa granaína dictada al compás del corazón, con un toque muy sentido. Después, ‘Niño de Pura’, guitarrista con mayores ribetes de modernidad y con un sonido preciso y milimétrico, dibujó una taranta desnuda y creativa que dio paso a una singular guajira en la que ambos tocaores empezaron a desvelar las claves de la noche: un diálogo fluido entre las dos guitarras en la que ninguna empañaba a la otra. Se dice diálogo, porque por momentos la sonanta de cada una se enredaba con la otra hasta conseguirnos entrelazar en una dialéctica preciosista que cuando aceleraba en picados y contrapicados provocaba olés de admiración ante el talento derrochado, como en esas alegrías o en la poderosísima bulería en la que la potencia de uno y la delicadeza de otro contrastaban todavía más. Muchos espectadores distinguieron escuelas y sonidos: que si Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar. El caso es que el concierto del jueves se pasó en un suspiro porque la creatividad se adueñó de todo el Salón de Columnas.
o Cuarto concierto de los Jueves Flamencos, jueves 2 de marzo de 2006; lleno (localidades agotadas). La foto es de Díaz Uriel.