El Instituto Master of Wine, del que Siobhan Turner es su directora ejecutiva, es una de las instituciones docentes con más prestigio del mundo del vino. Se estableció en Gran Bretaña en 1953 y de las casi 2000 personas que han cursado su estrategia académica, tan sólo 278 han logrado superarla (se exige un 6,5 para aprobar). De ellos, únicamente 78 son miembros internacionales.
– ¿Se les puede denominar a ustedes algo así como prescriptores para prescriptores?
– No, nosotros nos dedicamos a la formación en enología. Y estas enseñanzas, en general, adquieren diferentes formas. Si dibujáramos una pirámide de conocimientos –desde el más básico para los consumidores menos exigentes, situados en la base– nosotros nos encontraríamos en la cúspide. Entre los másters hay empresarios, periodistas, empresarios, educadores, bodegueros, etc...
– Usted habla de vinos y estudios enológicos desde una perspectiva muy profesional, de alguna manera con espíritu cartesiano. ¿Queda espacio entonces para la evocación y los sentimientos placenteros que son capaces de generar un buen vino?
– Todos los progresos que ha vivido el vino en los últimos quince años, con la tecnología y los avances científicos –tal y como ha sucedido en La Rioja–, son cuestiones inapelables. Pero de ninguna manera conviene olvidar que el vino es algo que genera pasiones, desde su degustación hasta cómo se produce y cómo se cría. Me gustaría que se supiera reflejar el alma del vino, su terruño y entender todo esto implica una comprensión global de su mundo.
– ¿Cómo se puede lograr que la gente joven vuelva a reencontrase con el vino en un mundo donde parece que impera el ‘fast food’?
– Curiosamente, está aumentando el consumo en aquellos países donde donde no ha existido una tradición generalizada de beber vino. Pero en Francia, España o Italia está bajando el consumo de vinos básicos. Y por eso creo que la clave si es ésa la cuestión y si el futuro pasa por producir menos vino pero de más calidad, porque yo estoy convencida de que los grandes vinos –los grandes riojas, los grandes burdeos- siempre tendrán un importante mercado. Y eso es lo que puede motivar a la gente para que disfruten de él.
– ¿Qué es con lo que más disfruta usted del vino?
– La emoción sobre qué es lo que va a ser capaz de transmitirme cuando lo pruebe.
– ¿Qué le parece el vino de Rioja?
– Amo el vino de Rioja. Puedo decirle que en mi boda serví Viña Tondonia Gran Reserva de 1976.
– ¿Cómo cree que está posicionada la DOCa Rioja en estos momentos?
– Rioja está en una posición envidiable al producir vinos que son muy cercanos, elegantes, complejos y de una calidad que se sitúa en los niveles máximos de exigencia. Tienen mucha fruta, los taninos son suaves, van bien con la comida y además, la gente conoce su nombre. Lo que pasa es que algunas veces, en vez de verse como vinos clásicos, se ven un poco como antiguos. Y en realidad esa apreciación es más una apariencia que una certidumbre. De todas formas, yo esto lo veo más como un desafío para Rioja.
– ¿Qué le parece que en EEUU el 70 por ciento de la decisión de compra del vino esté en manos femeninas?
– Eso sucede porque el vino forma parte de la compra general de alimentos. Sin embargo, en las decisiones de consumo que se generan en los restaurantes, la palabra suele ser más de los hombres. Pero sí es verdad que la mujer cada vez tiene más influencia en este mundo y ahora también se ven muchas más mujeres que son productoras, especialmente en España. Aunque el nivel que se ha alcanzado todavía está muy lejos de los hombres.