Vicente Sobrino, en El País: ¡Al fuego los 'toros artistas' de JPD! Toros de ínfima presencia con el beneplácito de la autoridad competente, esto último es un decir, y el regodeo del ínclito ganadero que sigue burlándose de esta santa afición. Estos productos, cuyo propietario denomina toros artistas, deben ser sometidos al fuego de la cremà. ¡Al fuego con ellos! Que no vuelvan más por Valencia, por favor. Barquerito, en La Verdad: Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, el primero como sobrero, terciados los tres primeros y más aparentes los restantes, todos con el denominador común de la falta de fuerza y casta. La mayoría fueron pitados en el arrastre por su manifiesta invalidez.
José Luis Ramírez, en Las Provincias: Falló el toro y sin él la película se quedó sin emoción y sin historia que contar.
Zabala de la Serna, en Abc: La corrida de Juan Pedro fue juampedrada al canto, misil directo a la credibilidad de un torero (...) El perritoro inválido, jabonero sucio, que rompió plaza, despertó las alarmas. Fue devuelto. Al sobrero del mismo hierro trató de mimarlo como enfermero Enrique Ponce.
Juan Posada, en La Razón: Pero las seis babosas que aparecieron en el ruedo echaron por tierra todas las ilusiones e hicieron bostezar al personal. Enrique Ponce, que pudo elegir ganadería más colaboradora y fuerte, no lo hizo y arrastró a sus compañeros a que compartieran seis animalitos que no contribuyeron para nada al éxito y, por consiguiente, a divertir al pagano.
