sábado, 10 de diciembre de 2005

Nunc est bibendum (I) (“Ahora, debemos beber” Horacio)


El historiador griego Tucídices dijo en el siglo V antes de Cristo que los pueblos del Mediterráneo emergieron del barbarismo cuando aprendieron a cultivar la oliva y la vid

La historia del vino se remonta casi mucho más lejos de lo que puede abarcar el pensamiento de un solo hombre y por eso en la nebulosa de la historia quedará para siempre el paso de la viña silvestre a la viña cultivada, lo que bien se podría definir como domesticación del viñedo.
Algunos historiadores creen que el hombre tuvo noticia del vino antes, incluso, de aprender a cultivarlo. Se supone que el género Vitis –que comprende todas las vides domésticas– apareció en la remota Era Terciaria. La Vitis sezanensis, una cepa fósil de más de 50 millones de años, se encontró en algún lugar de Francia. Hace unos 12 millones de años –antes de la aparición del hombre– vivieron algunas variedades de Vitis, la ausoniae y la vinifera selvatica. También se han encontrado restos de viñas silvestres en el centro de Francia, Ucrania y España. Asimismo, se han hallado losas de piedra de grandes proporciones– rematadas con forma de grandes vasijas– en las que se pisaban las uvas para que el mosto se deslizara por un canal tallado sobre ellas. Estas hallazgos aparecieron en Hungría, Oriente Próximo y en la Transcaucasia.
Vinos de la antigüedad
No sería aventurado afirmar que el vino aparece a la vez que la propia civilización, por ello los primeros testimonios del cultivo de viñedos parecen datar del año 7.000 a.c., en una región ubicada al sur del Mar Negro, en las fértiles llanuras de Sumeria, en la antigua Mesopotamia, por ello esta civilización fue la verdadera cuna del vino en la antigüedad.
Algunos datos lingüísticos revelan el origen de la palabra vino, que tiene su raíz en la antiquísima voz caucásica voino, que quiere decir algo parecido a “bebida intoxicante de uvas”. Después, los griegos la llamarían oinos; los romanos vinum; oini los armenios y wain los abisinios.
En Lagash –ciudad sumeria en la cuenca baja del Tigris– existían zonas de regadío donde crecían las viñas unos 3.000 años antes del nacimiento de Cristo. En esta cultura, el vino era la bebida preferida de los reyes y comerciantes y además tenía un reconocimiento mítico de fertilidad. Por ejemplo, una escultura hitita de uno de sus reyes representa al dios de la fertilidad con racimos de uva en sus manos.

Imagen: Vasija en forma de león que servía como vaso para libaciones, procedente de Kültepe, de la cultura Hitita, datada en el siglo XIX a.c. (Museo del Louvre, París).

Continuará....