Entrevista a Francisco Javier Aguirre, autor de la novela ‘Un corazón en la arena’, un apasionado relato sobre la vida del torero Florentino Ballesteros
– ¿Cuál es la razón por la que decidió novelar la vida del diestro aragonés Florentino Ballesteros?
– Porque me parece que desde sus orígenes hasta su muerte la vida de este hombre constituyó una búsqueda continúa, tanto del calor femenino del que careció desde niño como la aspiración de sobreponerse a una vida que no tenía un horizonte precisamente demasiado halagüeño. No conoció a su madre, fue depositado en un hospicio zaragozano el mismo día que nació. Después fue recogido por una familia que lo crió en un pueblo hasta que murió su padre adoptivo. Tuvo que regresar a la inclusa y ante él se presentaba el futuro de una vida gris sumida casi en la pobreza, a pesar de que en la casa de Misericordia de Zaragoza pudo estudiar música y aprender un oficio. Sin embargo, Florentino era una persona dotada de una energía moral muy poderosa que le hizo ver la tauromaquia como el escape perfecto.
– En esos años, a principios del siglo pasado, no existía otra posibilidad...
– Claro, el fútbol de hoy en día puede desempeñar el papel de los toros en aquellos años. El caso es que desde el principio logró despuntar y toda la zona de Zaragoza se volcó con él y con otro novillero, también apellidado Ballesteros, aunque apodado Herrerín, que destaparon todas las ilusiones de la afición a los toros. Tanto es así, que la plaza de la ciudad hubo de ampliar el aforo en unas 5000 localidades para asistir a los duelos entre ambos diestros.
– ¿Es su novela una obra taurina?
– Estrictamente no, ya que además de la pura biografía y de la anécdota vital del torero, he cargado la suerte en aspectos más o menos melodramáticos e incluso eróticos de la vida de Florentino. El libro, digamoslo así, está dividido en tres tercios. El primero de ellos se llama Nostalgias y aborda la falta de la madre y la configuración de la personalidad que este factor puede implicar en un niño. Especulo con que la progenitora de Florentino fuera una prostituta, ya que la calle en la que nació estaba enclavada en el centro de ese mundo. También esta presente el despertar amoroso y sexual de Florentino en su época con la familia que lo tuvo temporalmente. En ese sentido, se casó muy joven, con apenas veinte años, a pesar de que sus mentores –todavía no existía la figura del apoderado– le aconsejaban exactamente lo contrario. Al final, como no podía ser de otra manera, se aborda en el tercio de Muerte su prematura desaparición.
– ¿Hasta dónde llegó como torero?
– Hay que pensar que desarrolló su profesión en la denominada Edad de Oro, con matadores de la trascendencia de Joselito, Belmonte, Rafael El Gallo, Gaona. Lo cierto es que fue capaz de despuntar en ese paisaje. El año ante de desaparecer, cuenta el Cossío, que había ajustado con las diferentes empresas más de setenta corridas, lo que da una idea de su proyección como figura. Me he documentado con los revisteros y cronistas de la época (Don Ventura, Don Indalecio y otros) para bucear en su talante como matado y en su proyección de figura.
Ante la muerte y el miedo
Florentino Ballesteros murió en la fonda Los Leones, sita en la calle del Carmen de la capital de España. Un día antes, el sexto toro de la corrida, un berrendo en castaño llamado Cocinero, del hierro de Benjumea, le hundía el pitón en el pecho, tras haber veroniqueado «erguido, artístico y ceñido», a decir de un revistero que contempló la tragedia. Era el 22 de abril de 1917, con el Papa Negro y Joselito abriendo un cartel cuando Florentino Ballesteros, «el mejor torero aragonés de la historia» hacía su último paseíllo. Francisco Javier Aguirre cuenta que uno de los aspectos que más le llama la atención de los toreros es la relación que mantienen con la muerte y el miedo: «Los toreros llevan siempre la muerte bajo el brazo y por eso están casi bendecidos por el miedo, es casi un don natural que incluso les protege. No se puede comparar la suya a ninguna otra profesión porque se sabe que la cornada, la cogida y la tragedia pueden aparecer en cualquier momento. De todas las formas, es difícil que ellos lo expresen. Quizás esas sensaciones puede aflorar a través de sensaciones mucho más sutiles como la mirada o los gestos. La muerte de Florentino debió de ser terrible, con una larga agonía y con una escasez de medios que ahora sería inasumible, pero la muerte sigue estando ahí para los toreros, de una forma imprecisa, pero igualmente presente».