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domingo, 9 de octubre de 2005
Los toros toristas, (je, je, je...)
A los taurinos les chifla la propaganda. Sale un torero y enseguida ponen un cartel: «Este acaba con el cuadro», «Linares nos lo quitó y ahora nos lo devuelve», «Horcajillos de la Sierra lo ha parido para el arte puro». Sale un toro –bueno, eso es más difícil– y de pronto le ponen cien kilos de más, unos cuernos superlativos y el apellido de torista. Nada hay más redundante que un toro torista, sin duda, un gran apellido que los taurinos ponen a las ganaderías que no embisten y que algunos lelos se creen que sí embisten, aunque peguen bocados. Para el que esto firma un toro es bravo o manso, encastado, fiero, noble o como sea, pero no es torista ni torerista. Lo mejor que tienen los toros toristas para los taurinos –sobre todo para los que dirigen la plaza de Madrid– es que son baratos y que los compran de saldo. Además, estos toros se las ven siempre frente a diestros modestos a los que no les suelen dar ni la más mínima opción. Con ellos se han enterrado tantas ilusiones como aficiones han roto. Yo lo digo bien alto: me gusta el encaste Parladé y he visto corridas extraordinarias de ganaderías de origen Domecq como Zalduendo, Fuente Ymbro, Jandilla, Torrestrella, Cebada Gago o algunas otras. Lo que no me gusta y detesto es la masificación de estas ganaderías, o mejor dicho, de sucedáneos de estos hierros comprados por nuevos ricos que sólo quieren fardar de toros, de hierro y de divisa, que seguro que confunden con la vitola de los puros que se arrean. En fin, que lo de hoy, los de Basltasar Ibán no son toros toristas, son miembros de una ganadería legendaria que ha dejado para la historia un ramillete espectacular de toros bravos, como aquel ‘Bastonito’, que no era torista, ni mucho menos.