lunes, 17 de octubre de 2005
La Manzanera se retiró
El 21 de septiembre de 1915 José Gómez Gallito y Juan Belmonte cobraron 7.500 pesetas cada uno por matar una corrida del duque de Veragua –valorada en 10.000 pesetas– e inaugurar el coso de La Manzanera, construido en 104 días y pionero en la utilización del cemento armado. La actual plaza de toros de Logroño salió de la cabeza de Fermín Álamo, un prolijo arquitecto riojano que la dotó de un estilo mudéjar inconfundible. 85 años después, como un torero ajado, se retira y cerrará sus puertas al final de la Feria de San Mateo para dar paso en unos meses a un nuevo recinto taurino cubierto, hermano gemelo del denominado Illumbe de San Sebastián y con capacidad para 11.000 espectadores. Logroño, que tiene fama por su hosca afición a decir de algunas figuras, verá así su última feria en este coqueto coso que la intemperie y el absoluto descuido han convertido en una vasija desconchada a la que sólo se la pinta y acicala lo estrictamente necesario para celebrar cada feria.
Hasta hace unos meses, el inmueble era propiedad de una sociedad mayoritariamente riojana. La familia “Chopera”, que gestiona artísticamente la plaza desde hace 51 años, la compró y firmó un convenio con el Ayuntamiento de Logroño con el fin de recalificar el solar de La Manzanera para construir viviendas en el mismo, y así financiar el nuevo recinto, valorado en más de 2.000 millones de pesetas y diseñado por los arquitectos Diego Garteiz y Javier Labad. Los terrenos que ocupará la nueva plaza son colindantes con el río Ebro y han sido cedidos por el consistorio logroñés. La inauguración está prevista en septiembre de 2001 y ya se especula con la contratación para el evento de una corrida de Victorino Martín, tan del gusto de la afición logroñesa y que lleva cinco años sin lidiar en La Rioja.
No han sido muchas las voces que se han oído en la ciudad cuestionando el derrumbe de La Manzanera, teniendo en cuenta que la obra de Fermín Álamo resulta clave para entender el entramado arquitectónico la ciudad. El Colegio de Arquitectos de La Rioja se ha mantenido en un segundo plano y sólo se ha escuchado alguna voz discordante en las refriegas políticas de los plenos del Ayuntamiento, en los que se ha cuestionado más la solución urbanística dada para los terrenos actuales y la situación de la futura plaza que la oportunidad de su demolición.
Foto: Fernando Díaz
Publicado en El País el 21 de septiembre de 2000