Sebastián Castella Truzack, francés con cara de niño pero barnizado con un corazón de grafito, comenzó en el mundo del toreo en una escuela dirigida por un banderillero en su ciudad de nacimiento. En aquellos iniciales balbuceos en la tauromaquia contó con la ayuda de Robert Margué, hasta que se produjo un encuentro fundamental tanto para su trayectoria vital como para su vida profesional: la llegada de José Antonio Campuzano, una persona que le sirve de espejo como hombre y también como inmejorable referencia profesional. «Mi cometido no es decirle lo que tiene que hacer, sino ayudarle, aconsejarle, hablarle en su mismo idioma».
En el año 2000 se produjo uno de los hechos más relevantes de su época novilleril, ya que se proclamó Triunfador del III Encuentro Mundial de Novilleros, celebrado en el coso de Illumbe, en San Sebastián. En 2003 empezó a avisar muy en serio de su capacidad como futura figura: se mostró como el principal torero francés, con importantes triunfos en plazas como Bayona o Nimes, Bilbao, Barcelona y Santander.
Pero 2005 ha sido su año, aunque la temporada pasada dejara muy clara su categoría en plazas como la nuestra, donde consiguió el Capote de Paseo de La Rioja. Tras asustar a Las Ventas, y dejar una tarde plena de valor y quietud, la afición empezó a darse cuenta de que en Sebastián hay madera de figura: «A la plaza se sale sin saber si se obtendrá el triunfo o la cornada: unos días hay triunfos y otros, cornadas».
Luis Álvarez, su apoderado actual y el mismo taurino que trajo a España a principios de los noventa a César Rincón (cuando logro salir cuatro veces consecutivas por la Puerta Grande de Las Ventas) destaca el momento que atraviesa el diestro francés: «No se le acaba el valor, cada día está más centrado y los aficionados van a volver a ver a un torero que se entrega en la plaza de una manera maravillosa, haciendo las cosas cada vez más despacito. Va a ser la primera gran figura francesa del toreo».