viernes, 11 de marzo de 2005

La oscura raíz del grito

Federico García Lorca dijo un día que el treatro era una escuela de llanto y risa y también una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre.
Y exactamente ahí es donde se ha de colocar la inmensidad de Bodas de Sangre y su orgía mítica de semblanzas y fecundos arrebatos que acaban sumidos en la forma erótica de la muerte de un cuchillo que “apenas cabe en la mano pero que penetra frío por las carnes asombradas”.
Bodas de Sangre se asienta sobre un acontecido real sucedido en un pueblo llamado Híjar, provincia de Almería, y sobre un gérmen trágico que nos lleva a reflexionar entre la fatalidad del hombre y la realidad poética trasladada a la belleza de los símbolos. En esa relación, casi mágica, entre el simbolismo surrealista y la verdad del acontecimiento sangriento, brotan sensaciones y puntos tan dispares como la pobreza del campo, las rivalidades familiares, el papel de la mujer e incluso la exaltación descarnada del poderío sexual.
Pero esto es, cómo no podía ser de otra forma, una tragedia clásica, sí, aunque con el peso lírico y católico de nuestro teatro del Siglo de Oro. Por ello la muerte está anunciada desde el principio y planea por todos los actos de la obra, como la figura de la mujerm que se encierra desde la madre a la hija, desde la casa al bosque para poner siempre a los hombres como meros contrapuntos y motivos externos a donde dirigir las pasiones.
Y que duda cabe que de pasiones hablamos y desbordamos con Bodas de Sangre, en la que los cuhillos penetran donde se guarda en el alma la oscura raíz del grito.

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Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

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